Piano Quinteto op. 76 de Federico Villena

Federico Villena es uno de los compositores venezolanos más importantes de todos los tiempos. Sus biógrafos coinciden en señalar que poseía un extenso y variado catálogo de obras. Se calcula que en sus archivos poseía  más de trescientas composiciones propias al momento de su muerte.

 

Biografía de Villena

 

Federico Villena es uno de los compositores venezolanos más importantes de todos los tiempos. Junto a otros destacados músicos como José Ángel Montero, Ramón Delgado Palacios, Federico Völlmer, Eduardo Calcaño, Salvador Llamozas, Jesús María Suárez Manuel Azpúrua y Francisco Tejera, protagonizó uno de los períodos más intensos y fecundos de toda nuestra historia musical: la segunda mitad del siglo XIX. Sus biógrafos, entre los que se encuentran Ramón de la Plaza y José Antonio Calcaño, coinciden en señalar que poseía un extenso y variado catálogo de obras. Según Aníbal Ruiz, otro biógrafo de Villena y su contemporáneo, éste poseía en sus archivos más de trescientas composiciones propias al momento de su muerte, acaecida en Julio de 1899 Esta cifra es corroborada por Rhazés Hernández López en uno de sus escritos.

En lo que respecta a su desempeño, Villena es posiblemente el compositor venezolano más representativo de su época, pues todas sus actividades coinciden con aquellas a las que consideramos características de la profesión musical en aquel entonces. A los dieciocho años Villena se traslada desde su pequeña población natal a Caracas, en donde adquiere conocimientos musicales suficientes que le permiten regresar a Turmero y ocupar el cargo de Maestro de Capilla en 1856. Vuelve a Caracas en 1858 para completar su formación y en 1860 se traslada a la Guaira, en donde funda una banda de estudiantes, da lecciones de piano y funda un periódico de corte cultural: Ecos de la Guaira, en los que publicaba piezas de salón de sus contemporáneos y de su propia autoría, al mismo estilo de otras conocidas publicaciones periódicas como El Cojo Ilustrado y El Zancudo. Luego de una breve estadía en la ciudad portuaria es requerido en Ciudad Bolívar, a donde va en 1860 y una vez ahí se dedica principalmente a la docencia.

En 1863, al finalizar la Guerra Federal, Villena se traslada, por desavenencias políticas, a la vecina isla de Trinidad y desde ahí realiza una gira musical a varias de las vecinas antillas. Retorna a finales de ese mismo año a Caracas y se dedica a tocar el violín y el violoncello en la orquesta que acompañaba la ópera. En 1865, ya aclarado el panorama político, regresa a Ciudad Bolívar y se dedica a múltiples actividades: es nombrado maestro de capilla y organista en la catedral, funda y dirige varias bandas y se dedica a la enseñanza. Permanece en esta ciudad por lo menos hasta 1880 y se traslada nuevamente a Caracas.

Una vez más en la capital, Villena vive la parte más productiva de su carrera. Es nombrado director de la Banda Marcial del Distrito Federal, la agrupación musical más importante del país en aquel entonces y que aun existe con el nombre de Banda Marcial Caracas. Es miembro de varias Sociedades Filarmónicas, como se las llamaba entonces y ofrece numerosos conciertos. Escribe obras monumentales, unas religiosas y otras de corte patriótico, que le comisiona el ejecutivo nacional. Su reputación artística es elevada y es elogiado en la prensa local como el músico más importante en la Caracas de la década de 1880 y 1890.

 

Su obra musical

 

La obra musical de Villena está estrechamente ligada a las necesidades que le generaban sus actividades profesionales. Ser maestro de capilla lo obligaba, como es lógico, a escribir obras de carácter religioso. Su Gran Misa en Mi bemol mayor, es una de las obras mas ambiciosas y mejor logradas que se han escrito en su género en Venezuela. Así mismo, ser director de una agrupación como la Banda Marcial del Distrito Federal, implicaba diversos compromisos: retretas en plazas y sitios públicos, actos oficiales y fechas patrias. Para todas estas ocasiones escribió Villena abundante música.

Su Fantasía La Batalla de Carabobo es una obra monumental que requiere de una orquesta sinfónica, un coro mixto, tres bandas marciales y una banda de guerra y le fue comisionada por el ejecutivo nacional para celebrar el 65º aniversario de la histórica contienda. En su abundante producción de música de salón encontramos los acostumbrados géneros bailables de la época: valses, danzas, polkas y pasodobles para piano a dos y cuatro manos. Junto a estas piezas destinadas al salón de baile hay también una notable cantidad de piezas para piano al estilo romántico, agrupadas en series de numeración correlativa: andantes caprichosos, scherzos, andantes religiosos y minués. Algunas de ellas de elevada exigencia técnica y otras, de evidente intención pedagógica, dedicadas a sus discípulas. Para el teatro su producción es más escasa, su única obra importante en este género es una zarzuela cuyo título es Las dos deshonras.

 

Quinteto op. 76

 

También cultivó Villena la música de cámara. Su Quinteto opus 76 es, en nuestra opinión, una de las obras más importantes de este género escrita en Venezuela durante todo el siglo XIX. La plantilla exigida es poco usual: violín, viola, violoncello, contrabajo y piano, la misma que utilizó el compositor Franz Schubert en su famoso quinteto La Trucha. La única fuente que poseemos de esta composición es un manuscrito, presumiblemente autógrafo y escrito a tinta, que pertenece al archivo José Ángel Lamas de la Biblioteca Nacional, el fondo documental más importante en lo que respecta a música venezolana del siglo XIX y primera mitad del XX.

 

 

 

 

 

 

 


Este manuscrito constituye una de las piezas más valiosas de esta colección. Consta de cinco cuadernos empastados, forrados en cuero rojo y rotulado en letras doradas para los títulos, que se encuentran en una caja igualmente forrada y ricamente adornada. La obra está dedicada a su discípula Ana Julia Hernández, a quién Villena había dedicado otras composiciones para piano: El minueto nº 3 y el vals San Aroa. Según consta en el Diario de avisos, una de las publicaciones periódicas más importantes en la Caracas de la segunda mitad del siglo XIX, el Quinteto fue interpretado públicamente por lo menos en dos ocasiones: El 18 de Julio de 1887 y el 5 de Marzo de 1888, ambas en el teatro Guzmán Blanco (hoy Teatro Municipal) y con la propia Ana Julia Hernández al piano. El 18 de Julio de 1887, día que presumimos fue estrenado, el propio Villena interpretó la parte del violín por indisposición de Pedro Ramos, quién figuraba en el programa original. El día 6 de Marzo de 1888 se publica en el Diario de avisos una reseña del concierto en el que podemos leer lo siguiente:

 

Como la justicia es una de las buenas prendas que adornan a nuestro público, Villena recibió anoche una cumplida ovación por la magnífica obra con que ha enriquecido el repertorio nacional. Su quinteto está apreciado como obra magistral, juzgado favorablemente por los conocedores y acogido por el público con muestras generales de aceptación. Es un triunfo completo. Por ello lo felicitamos sinceramente.

 

Habla, el mismo cronista, de Ana Julia Hernández y se refiere a ella como una “niña prodigio” del piano. Verificamos en esta misma publicación la presencia de Ana Julia en muchas otras presentaciones capitalinas, interpretando obras de cámara de Mendelssohn y Hummel, la Balada en la bemol de Chopin, acompañando cantantes e inclusive tocando como solista con orquesta en el Concierto nº 5 de Henri Herz.

 

Estructura musical del Quinteto

 

El Quinteto en mi bemol es una obra de gran aliento, su interpretación tiene una duración aproximada de 25 minutos. Consta de cuatro movimientos, el primero de ellos utilizando una versión muy libre y personal de la forma sonata. El segundo es un tema con variaciones, en donde cada variación exige un solo a un instrumento diferente, con la sola excepción del violoncello. El tercero nos presenta un clásico minueto con su correspondiente trío, en este último Villena introduce un ingenuo y tranquilo valse que contrasta con la vivacidad y carácter del resto del movimiento. En el cuarto y último movimiento, escrito curiosamente en la tonalidad relativa de Do menor, el compositor vuelve a usar un plan de sonata muy similar al del primer movimiento.

La exigencia técnica de la obra es considerable para todos los instrumentos y hay algunos pasajes notablemente virtuosos. Villena demuestra un conocimiento cabal de la técnica instrumental y de la orquestación, además de hacer gala de lo que José Antonio Calcaño llamaba “la armonía más original y avanzada entre todos los compositores de entonces.”

A continuación puedes ver la última presentación que se ha hecho de este magnífico quinteto de Federico Villena en agosto de 2018 en la Biblioteca Nacional de Chile, ubicada en la Ciudad de Santiago. Interpretada por Moiceli Medina (violín), Wiston Costero (viola), Eduardo Franco (cello), Camilo Gaete (contrabajo) y Juan Carlos Muñoz Meier (piano).

 

 

 

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